A partir del momento en el que te salvan la vida y terminas el periplo sanitario, te asaltan todas las dudas e incógnitas sobre qué debo o tengo que hacer y dónde dirigirme. Como he dicho en alguna ocasión, este tipo de accidentes cerebro vasculares vienen sin manual de instrucciones, por lo que se abre una nueva etapa llena de dudas, miedos e incógnitas, porque el daño persiste y hay que tomar decisiones muy rápidamente ya que el tiempo es determinante.
Yo tuve la inmensa suerte de tener cobertura sanitaria privada porque he trabajado en banca y formaba parte de los beneficios sociales que como empleado me correspondían. Sin embargo, esto que suena tan bien en la teoría, en la práctica fue una auténtica batalla contra todos. Había que salir del 12 de Octubre como fuera, entre otras razones, porque me estaban echando, es decir, una vez que te han salvado la vida, allí sobras. Todavía resuenan en mi cerebro frases como: » qué va a ser de su vida a partir de ahora», «se han planteado Vds su futuro».
Estas lindezas y otras parecidas eran con las que me «agasajaban» una corte de sanitarios, encabezados por gente que exactamente no sé qué cargo ostentaban, ni realmente que hacían allí, aparte de dedicarme esta apología de empatía y solidaridad. Esta entre otras muchas, siguen siendo las carencias humanas de la SS de España, pero como me habían salvado la vida…., en fin, lo dejo ahí, porque este fue un episodio bastante turbio y desafortunado.
Menos mal que mi mujer, con diplomacia, encaje y cintura, gestionó el tema para llevarse finalmente el gato al agua, no sin antes pasarlo francamente mal, porque además de tener que lidiar conmigo y mi estado, tuvo que hablar con un megajefe del banco, que era el que tenía la gestión y el mando con la aseguradora, para que de forma rápida pasará al ámbito privado.
Aún así, recuerdo, que aquello se demoró más de 15 días y eso que era empleado del banco y que venía de lidiar con la muerte. Una vergüenza tanto por parte del banco como de la aseguradora. Al final y como suele pasar en estos casos, todos tenemos a ese conocido que a su vez conoce y así hasta que nos dieron la referencia del LESCER.
Menos mal que estos conocidos a los que les estaremos eternamente agradecidos, nos dieron este contacto del centro que a la postre fue determinante, no en vano, fueron ellos los que consiguieron ponerme de pie. Este centro como comentaba se llama LESCER, especialmente orientados y dedicados a accidentes cerebros vasculares con un equipo multidisciplinar, que pasó desde la terapeuta ocupacional, hasta la logopeda, pasando por varios fisios, hasta terminar con la neuropsicóloga.
Era un tema ambulatorio y una cobertura de la aseguradora de 6 meses. Nuevos problemas con las dos premisas anteriores porque había que buscar un piso que reunier unas condiciones sanitarias acordes a mi situación (silla de ruedas y una bolsa vesical) con la que tuve que salir del 12 Octubre (porque alguna de aquellas secuelas consistía en que no era capaz de hacer pis y tuve que estar acompañado de esta simpática bolsa prácticamente esos 6 meses), y que encima estuviese cerca del Lescer.
Otro nuevo paso al frente de mi mujer, que encima tenía que alternar todos estos imponderables con su trabajo, que no era otro que ser Procuradora de los Tribunales, por lo que tuvo que sacrificar mucho de su tiempo para atenderme a mí, resolver todos los problemas de mi traslado y después de todo esto, atender su despacho.
No sé cómo, pero lo hizo; se echó todo el problema encima y tiró hacia delante con el único objetivo de ponerme a punto y llegar a casa en las mejores condiciones posibles. No se lo pagaré nunca, porque a pesar de que yo estaba más muerto que vivo, le vi padecer y sufrir hasta límites difícilmente soportables, pero lo consiguió y eso dice de su raza y casta. Un auténtico Ángel de la Guarda. La verdad que hizo gala de aquel compromiso que adquirió cuando nos casamos («en la salud y en la enfermedad»).
Menos mal que la suerte estuvo de nuestra parte en el tema del piso y Cristina (jefa del Lescer) recomendó a mi mujer una Residencia para mayores, que el fondo eran Apartahoteles individuales dotados con la infraestructura sanitaria por si surgía algún contratiempo, es decir, el típico sitio donde los mayores se retiran para vivir esa última etapa de nuestras vidas con la mejor calidad de vida posible. Eso sí, un requisito para poder entrar en mi caso, era que tenía que reunir una serie de condiciones físicas y mentales que me otorgaran una mínima autonomía, porque como recuerdo, el San Vital, era una residencia individualizada para mayores, no para personas con accidente de estas características.
Pues gracias al esfuerzo titánico en las negociaciones para entrar, mi mujer se llevó de nuevo el gato al agua y consiguió su objetivo de entrar allí, porque estaba a 10 minutos del Lescer.
Efectivamente era un establecimiento dotado lo necesario para retirarse allí, si el bolsillo te lo permite. Una iglesia, restaurante, cafetería, unidad sanitaria con médicos y enfermeras, gimnasio, en fin, un complejo dotado de la infraestructura necesaria para retirarse del mundo llegado el momento.
Ahora había que desplazarse al Lescer todos los días. Y, ¿cómo?, si yo estaba en silla de ruedas y era incapaz de subirme y conducir mi coche. Estas fueron algunas de las ventajas de estar en este complejo, porque en recepción nos dijeron amablemente que ellos por la mañana se encargaban de llamar a un taxi adaptado a mis circunstancias. Y así fue, un taxi adaptado para mí solito.
No os podéis ni imaginar el impacto que me produjo a nivel emocional esperarlo en mi silla de ruedas. Cuando llegó, se puso a mi altura desplegando una rampa por la parte de atrás con la que subía y accedía al interior, momento en el cual y para garantizarme un desplazamiento sin sobresaltos, la silla era amarrada a los anclajes que aquel taxi llevaba al efecto. Una situación difícil de controlar y de gestionar para mí porque ahondaba de manera involuntaria en mi realidad, mentalmente destruido y a nivel físico una hemiplejia en la parte izquierda que me impedía usar mi coche, entre otras muchas cosas más.
El Ilustre Caballero.
Narro mi propia historia para acercarla a personas como tú, que acabas de leer esto.