He de reconocer que leyendo la última entrada de El Ilustre Caballero, «Milímetro a milímetro», me estremezco. Es duro. De un momento a otro, sin esperarlo, te sobreviene un episodio como éste y se pone tu vida y la de tus familiares patas arriba. De repente, la vida, con un guantazo directo, pone en orden las prioridades vitales. Y la primera, sin ninguna duda, es la salud, aunque en algunos periodos de nuestra vida las banalidades de nuestro día a día nos hagan relegarla a un segundo plano.
Estos episodios suceden, cada día con más frecuencia y en población más joven. Y como he dicho antes, lo sufre una persona, pero su onda expansiva alcanza a todo el entorno familiar conviviente, principalmente. ¿Por qué digo esto? Porque a menudo nos olvidamos de ellos, y ellos de ellos mismos, y nos volcamos en el tratamiento de la persona afectada, perdiendo de vista las consecuencias que a medio y largo plazo va a tener el entorno.
Por todo esto, un accidente cerebrovascular (ACV), es un ente con muchas aristas, todas a tener en cuenta, y de ahí, que el fisioterapeuta tenga que utilizar varias de sus facetas. En primer lugar, entender que no es un paciente con una problemática concreta, si no un paciente al que su vida le ha dado un vuelco. El trabajo de fisioterapia es muy importante (movilizaciones, control de la espasticidad, trabajo de equilibrio, coordinación, control motor, sedestación, transferencias posturales, bipedestación y reeducación de la marcha, cuidados posturales, etc.), pero también lo es acompañar a paciente y familiares en ese inicio del camino donde la desorientación y la sensación de estar perdidos ante tantas decisiones que tomar o no saber qué buscar es tremenda.
A todas las personas que se encuentren en esa situación quiero decirles desde aquí, si me lees, que hay salida, que es lógico que el primer día, la primera semana, el primer mes cuando todo pasa no sabes ni a dónde ir ni a dónde acudir, pero mantened la calma. Tenemos profesionales sanitarios maravillosos y especializados en neurología que os van a ir marcando los pasos. Hay que llegar a ellos, es verdad, y en ocasiones o en entornos determinados no es fácil. Pero están, y aparecerán. Mientras tanto, el cariño de los familiares, sentirse arropados y seguir recomendaciones iniciales es vital. Y saber que LA VIDA SIGUE. La vida es mucho más que un ACV. Eso es solo un episodio. A partir de ahí toca luchar, toca entrenar, toca trabajar como a lo mejor antes no lo habías hecho para mejorar cada día eso, «un milímetro», pero un milímetro que lleva a otro, a otro y a otro, y que nos permtirá poder beber solo, o manejar la silla de ruedas, o levantarnos, o caminar.
El post de hoy tiene poco o mucho de fisioterapia, según como lo veas, pero me parecía tremendamente necesario. Admiración total a aquellas personas en cuyas vidas apareció un ACV y decidieron revolverse para responder, y mi admiración total a aquellas personas en cuyas vidas apareció un ACV y «aparentemente» no tienen fuerzas para responder. Solo ellos saben lo que se siente desde dentro, y desde aquí, mi mano tendida para cuando tengan fuerza de agarrarla.
Alejandra Manzano Rivera.
Fisioterapeuta En Movimiento.