En este tándem formado por El Ilustre Caballero y por mí todo fluye muy bien, menos en el fútbol, eso ya lo sabéis, y ahora hemos descubierto que también diferimos en cuestiones de ropa y tiendas a las que acudir, pero eso ya entra dentro de cuestiones personales que es mejor no desvelar.
¿Por qué hemos formado tan buen equipo? Porque los dos compartimos la base, lo más importante: trabajo. No hay fórmulas mágicas. Si trabajamos cada día vamos dando pasitos pequeños que se convierten en objetivos cumplidos. Si queremos dar un paso grande, nos equivocamos. Si no trabajamos a diario y de repente queremos hacerlo todo a la vez, nos equivocamos. Si queremos trabajar más de la cuenta sin dar el descanso que el cuerpo necesita (de eso hablaremos en otro post) nos equivocamos.
Y, todo esto viene a que los primeros 15 días de julio me fui de vacaciones. Previamente, él se quedó con su rutina de gimnasio y su rutina de agua (desde aquí le lanzo el guante para que hable de su experiencia en el agua). Desconecté con la familia y recargué toda mi batería, y al volver me encuentro unos resultados que me recuerdan por qué trabajo tanto y con él me parece una rehabilitación tan agradecida. Con todos los pacientes das tu 100%, pero en algunos casos el retorno no es la misma cifra, ni las mismas ganas, ni la misma implicación, y por tanto, el resultado se ve afectado. En su caso, y fruto de su trabajo, si yo doy el 100%, de vuelta me llega un resultado amplificado. Llevamos trabajando todo el año en mejorar la disociación corporal (no mover todo el cuerpo en bloque), la alineación corporal (ser consciente de su tronco) y corregir patrón de sentadillas y zancada, que aparecían con muchas compensaciones, y que nos va a ayudar mucho en la marcha.
Al regresar a la clínica y revisar el trabajo que ha hecho en mi ausencia me quedo asombrada. Ha evolucionado tanto.. Muchas veces trabajas mucho sobre algo y sin darte cuenta vas dando pasitos y pasitos hasta que un día por fin encajan todas las piezas y… voilà!
Todo lo que he escrito parece lo lógico, pero no es así. No todo el mundo se implica así, ni pone tantas ganas, ni tanta dedicación. Y cuando eso sucede, es una suerte también para el fisioterapeuta que ve que no existen límites marcados por el paciente. Si no existe el «no puedo», o «no tengo tiempo», hemos ganado mucho. Ya vendrán limitaciones propias de la patología, de características corporales, musculares, de estructura… pero nos hemos quitado unas cuantas muy importantes.
Alejandra Manzano Rivera.
Fisioterapeuta Centro En Movimiento.